Tragedia que no olvidamos en Puerto Padre.

Por aquellos días de septiembre de 2008 las crónicas coincidían en describir a Puerto Padre como si emergiese de un gran incendio: algunos lo vieron todo gris, chamuscado; otros advertían que el verdor de la vegetación había sido sustituido por carmelita/ocre, ese color que queda cuando se cansa el fuego y es más fuerte la ausencia de los pájaros. Pero todos sabíamos que no hubo incendio alguno: lo que arrasó en el 2008 con Puerto Padre fue el paso de un despiadado huracán.
Hasta esa fecha la mayoría no teníamos la experiencia de algo similar y hasta éramos confiados e imprudentes. Hoy la gente sabe que ante el aviso de ciclón hay que prepararse, incluso se construye pensando en ello, porque imágenes como esta, aún permanecen y permanecerán en la mente y en los corazones, pero también nos impondrán nuevos sueños que nos mantengan de pie, bañados por el mar anchuroso, olfateando esperanzas en el aire salobre.
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