Cayo Juan Claro en la memoria.
¿Qué hijo de Puerto Padre no tiene marcada su
memoria por un lugar tan distintivo para nuestro territorio como Cayo Juan
Claro? Cómo íconos se nos reflejan por años los grandes almacenes que se
divisan desde los lejos, también los
enormes tanques construidos para envasar la miel de purga. Quienes vivieron
allí recuerdan que por los años 30 sus calles eran angostas y no transitaban automóviles, sino carretones que repartían hielo
o recogían la basura para mantener la higiene.
Y un aparte especial merece ese símbolo que es el
pedraplén. El desarrollo turístico que invade a la Cuba en las últimas décadas,
ha incluido la construcción de varios
pedraplenes, para unir tierras
firmes con pequeñas islas que día a día se convierten en maravillosos sitios
para la industria del ocio; pero mucho antes de que los pedraplenes se
proliferaran por diferentes latitudes de nuestro gran caimán, por orden de
Menocal, quedaba concluido el que enlazaba de una vez y para siempre al poblado
de Delicias con el cayo Juan Claro.
Según la historia, fue uno de los primeros que se
construyeron en el país y tenía como objetivo crear un subpuerto con lo cual la
compañía evadiera impuestos y pagara menos al fisco nacional por el concepto de
embarcar el azúcar producida en los dos centrales de la zona.
A partir de entonces el muelle de Cascarero, que
nunca había resultado ideal para tales menesteres, dejaba de emplearse.
Rellenando partes de bajo fondo de la bahía
conectaron la islita con tierra firme y se montaba en el tramo, una vía
férrea, tendidos eléctricos y
telefónicos.
En el 60 se convocó a una labor de pueblo que
permitió rellenar y ampliar la obra. Hoy por hoy, el pedraplén que conduce a
cayo Juan Claro nos reserva la posibilidad no solo de tener un desenvolvimiento
altamente respetado en la nación, sino de alimentar el orgullo de que es este
el único que existe en Las Tunas y de que llegó un puñado de décadas antes de
que se multiplicaran por nuestra geografía.
Hoy el amigo Ariel Núñez Piñón, desde Quito, me ha
inspirado a esta líneas, tras enviarme estas fotografías recopiladas por la
doctora, Mercedes Piñón Jareño, amante de Cayo Juan Claro, hasta el último de
sus días, quien llegó a tener un amplia colección que regalaba a su familia y
amigos en discos como tesoro para la mente y el corazón.
El Puente agradece a las familias Piñón, Gisbert, Jiménez y Muñoz, sus historias para este relato.
El Puente agradece a las familias Piñón, Gisbert, Jiménez y Muñoz, sus historias para este relato.
No me cansaré de ver estas fotos porque nací en ese hermoso pedasito de tierra de Cuba, al cual amo y me siento muy identificada con él.
ResponderEliminarMe trae muchos recuerdos de mi infancia.
Gracias por compartir estas lindas fotos José Luis Pérez Parra.
María Rosa palmero . Amo ese pedacito de tierra y conozco parte de esa historia ,pues viví allí y guardo muy buenos recuerdos de las familias que allí vivíamos.Fui muy feliz en ese terruño en la niñez y la juventud. Mi padre el único barbero que había, muy querido y respetado por todos,siempre con la mano extendida para el que la necesitara y el consejo oportuno. Muchas cosas más pudiera decir,pero no cabrían en tampoco espacio.Gracias por hacerme recordar.
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