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Un puertopadrense cuenta sus vivencias durante el terremoto en Ecuador.

El doctor en ciencias, Yulio Cano de la Cruz, puertopadrense, comparte en exclusiva con los amigos de Un Puente desde Puerto Padre, sus vivencias del terremoto que tuvo lugar en Ecuador este 16 de abril.



Era la tarde-noche del sábado 16 de abril , la hora no la sé, después de una larga semana de trabajo, el sábado me levanté “al natural” como dice el ocurrente de mi hermano: no uso reloj, no quiero saber nada de horarios, de presiones, de puntualidades, solo sé que es sábado tarde-noche y todo está listo para la velada, las cervezas en el frío, la mesa semipuesta, en ella la fuente con las costillitas de puerco fritas y yo en la meseta del fogón preparando el fufú de plátano con el que acompañar las sabrosas costillas; en eso estaba ensimismado, como me pongo a veces, lelo, distraído, quizás al aroma de la carne recién frita o el duro plátano me hacía pensar en el oriente de mi isla, ese oriente del que siempre estaré orgulloso de ser, o quizás estaba pensado en Puerto Padre, o tal vez en alguien, no sé.. . solo sé que estaba pensando mientras machacaba el plátano hervido, añadiéndole el respectivo ajo y la  manteca de cerdo recién frita, cuando de pronto alguien cerca gritó: ¡Está temblando! Creo que fracciones de segundo experimenté la sensación que había tenido a inicios de año cuando, parado en ese mismo lugar, sentí el primer temblor de tierra en mi vida, sin embargo, aquel fue efímero, así que por mi cabeza pasó aquello de que ¡ya pasará!.  No fue así, el corretaje de los vecinos, los gritos y la intensidad que iba en aumento me hicieron reaccionar y decir: ¡Pa afuera! ¡A la calle!. No soy un fiel devoto del orden, pero  sé donde tengo cada cosa en mi casa, por eso no me fue difícil, en la ya oscuridad provocada por la ausencia de corriente, encontrar el manojo de llaves, ese manojo de llaves que diariamente me roba varios minutos de mi preciosos tiempo, tratando de encontrar la  correcta de cada cerradura, me abalancé a la puerta de salida, todavía no sé cómo explicarme, la única explicación que doy es que Dios tomó mis manos y logró que acertara con la llave correcta y abriera la puerta y saliéramos a la calle; los vecinos, debajo del cerramento de la puerta, no sé cómo tantas personas, incluidas un niño de algo más de un año, se pudieron acomodar en tan reducido espacio, orando de una manera que solo en situaciones así se puede orar. Yo, en medio de la calle, no veía, no tengo ese recuerdo que me cuentan de las paredes de la casa moviéndose como gelatina, no tengo ese recuerdo, por más que trato de buscar en mi mente solo me llega un sonido indescriptible, que nunca olvidaré, la tierra temblando debajo de mí y un solo pensamiento: en cualquier momento se abre.
Todo esto pasó en solo unos pocos segundos, en algunos lados fueron 20, en otros más, en Santo Domingo se dice fueron 57, no sé a ciencia cierta, solo sé que ha sido el lapso de tiempo más interminable de mi vida; luego, el intercambio de impresiones, la angustiosa espera de una o varias réplicas, la disyuntiva: ¿Llamo a Cuba para decir que estoy bien? A lo mejor no saben nada, para que preocuparlos, pero al momento y en medio de la esporádica aparición de la red comunicacional empezaron a llegar mensajes de preocupación de Brasil, EUA, Chile, de otras partes del Ecuador, hay que llamar, esto ya es un hecho conocido en el mundo entero.
Cuando por fin me decidí a llamar… el mal de todos los teléfonos inteligentes: sin batería, solo pensaba en la angustia de las personas que querían comunicarse conmigo y no podían. Entonces comenzó la otra parte: la idea de reunirnos los amigos que ya somos familia para estar juntos y ayudarnos, la recuperación, las ganas de brindar nuestra ayuda, esa ayuda solidaria que desde pequeño traemos incorporado a nuestra personalidad todos los cubanos, contactar con nuestros coterráneos que están aquí, para saber que están bien ellos y “reportarnos nosotros”, la alegría cada vez que uno se reportaba y sabíamos que estaban bien, la angustia por los fallecidos, sobre todos por nuestros tres colaboradores de la salud que murieron cumpliendo con su deber.
Hoy todo vuelve a la “normalidad”, y aunque estoy echado en un sofá sin ganas de hacer nada, sufriendo ese estrés postraumático, me animo a escribir estas líneas pensando que lo más importante de todo es que estamos vivos, estamos vivos y con las ganas de seguir luchando, luchando por todas esas cosas que buenas que hace de la vida un regalo único e irrepetible.

3 comentarios:

  1. !Que magnífica crónica!!!!!! LO felicito, por estar vivo, y por la crónica!!!!!!!!!!

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    1. Muchas gracias, si, lo más importante es estar vivo, y las gracias a Jose Luis que fue el que me animó a escribir la crónica

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  2. Mi amigo Yulior, lo importante es que están vivos, y mientras hay vida la esperanza aflora, el cubano es solidario y amigo, adelante, me alegra saber que se encuentran bien, excelente crónica. Saludos desde La Universidad de Las Tunas, Cuba.

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