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Un post que me ha sacado las palabras. (+GALERÍA)

Por Liudmila Peña Herrera Un amigo ha escrito un post que me ha “sacado las palabras”. Habla de los pueblos semi -abandonados que aún guardan su magia para que no los olviden. Mi pueblo no está abandonado (creo que nunca lo estará). Porque la poesía del mar, la brisa que despeina los amores y revuelve las vestimentas… le protege contra los olvidos. Y puede suceder que mañana venga otro huracán a robarle sus riquezas, en intento de usurpar su alma, pero el espíritu de mi Villa Azul de los Molinos desanda por la Avenida Libertad, en busca de un malecón-imán que guarda historias de amor, de iniciaciones y despedidas. Le amé de pequeña, cuando comencé mis escapadas a la biblioteca municipal, en busca de libros “que no debía leer todavía”. Y la encontré entre la lírica de sus poetas (Renael González, María Liliana Celorrio, Miguel Navarro…), los claroscuros de sus pintores y todas las tardes de sol y sal que guardan sus parques. Adoré después el pequeño espacio de bancos de madera cerca de las aguas de la bahía, porque no hay nada mejor que sentarse a esperar la felicidad mientras cae la tarde bajo un cocotero, y sentir los mimos del viento y las olas, en esa ciudad tranquila, sin mucho tránsito ni caminantes. Ahí es cuando uno se debate entre la indecisión de quedarse para siempre o abrir las alas y echar a volar. Entonces, una gaviota se posa en mi hombro y si antes dije: “no, nunca me iré”, ahora estoy frente a esta pantalla de ordenador, a poco menos de 60 kilómetros, juntando en mi palma caracolillos de memoria y arenas de nostalgia. Mientras oprimo las teclas, miro a mis amigos en cada cumpleaños, contando los mismos cuentos de hace seis o siete años. Puedo contar historias del parque de la Independencia y su anfiteatro, del museo municipal, el Fuerte de la Loma o Castillo de Salcedo, del busto de las Madres, de la bienamada avenida Máximo Gómez, de la historia de Colón, de sus playas, de su gente… Pero no busco hacer un inventario de riquezas y bellezas: tan solo quiero sacarme de adentro de buena fe este sentimiento por mi pueblo (siempre con ínfulas de ciudad), al cual regreso cada vez con un espacio mayor para acogerlo en mi pecho.

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