A beber que llegó el termo.
Por Yulio Cano de la Cruz. (profesor, puertopadrense, residente en Ecuador).
Sábado, esperaba en la casa a que mi esposa
retornara del trabajo; me senté a disfrutar de una sabrosa Heineken, para mí la
mejor cerveza del mundo, aunque (chovinismo aparte) si tuviera acceso a la
Cristal o a la Bucanero en esta parte del mundo, la holandesa ni la miraba,
pero desafortunadamente, la Cristal y la Bucanero hasta en Cuba cuesta
encontrarla, cuando vamos.
Suda el "laguer” y pienso en Cuba, en mi
Puerto Padre, en qué sería de mí un sábado cualquiera. ¡Ah!, aquella llamada de
mi hermano: ¡oye, bro, hay un termo al lado del dancing! El termo o pipa, como
se le conoce en otros lugares de la isla a ese enorme tanque refrigerado que
trae ese delicioso y refrescante compuesto, revitalizador de energías, que nos “mueve
al combate” y a buscar en la “guaca” esa reserva que a veces es muy poca, pero
alcanza para un pomo de esos bautizados como pepino.
El termo, es como un animal prehistórico
que nunca podrá desaparecer de nuestra Cuba y me inspira a escribir y a
defender su identidad propia, su idiosincrasia; es todo un ser animado y crea
una “cultura” a su alrededor de la que casi todos los cubanos somos conocedores.
Ejemplifico desde el traje de puertopadrense: muy bien que identificamos el
termo y sus posiciones, así sabemos cuál es el de Oscarito, el de Jorge el
gordo o el de Alberto, cada uno de los asiduos conocemos sus características:
si tiene máquina para mantenerla fría, capacidad, todo y cada uno de sus
detalles, de ahí las preferencias. Luego viene descifrar en que posición están:
¿El Dancing? ¿La Sombrillita? ¿El Ranchón? ¿La Anacahuita? ¿La Anacaona?.
Pasamos a la selección: el Dancing, sitio estratégico, se puede observar la
ciudad en movimiento, el sube y baja de la gente, pero tiene desventajas; una
tiene que ver con el bolsillo escaso y un circulo grande de amigos y de
conocidos, la cuenta no da para brindarle a todos, la otra es que a lo mejor
estas de “escapada” y no quieres que te vean, por lo que califica como ubicación
indiscreta. Otros factores que inciden son, la “molotera” o si hay “fianas”
controlando la “cola”; uno lo que quiere es relajarse y dar talla con los
socios, no buscarse una “bronca” por lo que son aspectos de selección a veces
decisivos.
Escoges,
por fin y arribas al lugar, luego del “que volá” a los socios, viene la
pregunta que no puede faltar: ¿Está buena?, interrogante sencilla, que se puede
responder con un simple sí o no, pero engloba una serie de parámetros que solo
los conocedores descifran: grado alcohólico, temperatura y nivel de espuma. Le
sigue la expresión: ¿Queda mucha?, si el termo está inclinado es que ya “está dando
lo último” y hay que pensar en una retirada estratégica a otro.
¿Quién se mete en la cola?, en los termos
se necesita también articular esa estrategia: aquí el clasifica es el tipo alto,
que solo extiende los brazos por encima de todos, o el chiquito “timbalú” que a
empujones se mete y sale primero, o el que anda “palmao” y meterse a la
molotera es su aporte a la causa.
El termo ha llegado a ser un lugar de
verdaderas batallas, pero también suele desarrollarse la cortesía; se saluda
hasta aquel que no sabemos ni como se llama ni donde vive, pero por ser asiduo,
si lo mojan o lo pisotean le escuchamos decir: “no pasa nada mi hermano” y con
las mujeres ¡ni se diga!: es meta para la mayoría protegerlas y ayudarlas a que
compren sin que se lastimen.
Asistir a un
termo de cerveza, también es un proceso de enseñanza-aprendizaje; desarrollas
habilidades como la estimación de medidas y capacidades cuando observas tu
pepino y ves que “te dieron con la de palo” porque tu litro, en una real ofensa
al Sistema Internacional de Unidades es de menos de 700 ml o cuando tienes que
ser un experto en las operaciones aritméticas básicas para calcular fracciones
de segundos, si te dieron el vuelto exacto o “te jodieron”.
Las anteriores son vicisitudes, sí, pero
una vez que comienzas a degustar la fría, se convierte en un placer infinito, y
no porque esté buena, ni porque sea la mejor del mundo, sino porque estás con
tus hermanos, tus amigos; todos compartimos el mismo jarro, el mismo pepino,
porque lo importante es compartir; se conversa, “se da chucho”, se habla de la
familia, se “vacila”, siempre aparece aquel que en medio de los efectos de la
bebida, hace promesas de que “te voy a tirar un cabo en esto y lo otro”, se
conocen nuevas amistade y , crece la solidaridad cuando dices o escuchas: ¿ qué
mi hermano, se te acabó? No importa bro, yo tengo para responder, mañana va por
ti. En fin, el termo es una incubadora también de amistad, de buenos momentos
que no se cambian ni por una Heineken como esta que es ahora mi única compañía,
este sábado, en lo que espero a mi esposa.
Quizás haya quien me diga: “mijo y para que
te fuiste de Cuba, te hubieras quedado viviendo de termo en termo” e incluso estará
el que cuando vas a Cuba de visita y te ve en un termo dice: “mira ese, ahí
está “palmao”. Se olvidan que el termo, está en la cultura del cubano, en esta
parte sin igual que es rodearse de amistades y ahora mismo, solo quisiera
escuchar la llamada de mi hermano: bro, hay un termo… y alistarme bajo lo
frase: “ a beber que llegó la pipa”.
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