Historia que puede ser la tuya.
Historias, muchas historias, nos regaló un buen puertopadrense de la otra orilla, familiar cercano por cierto, de visita en casa por unos días.
Nos contó de los esfuerzos para alcanzar un bienestar estable. Habló de la vida allá, acá. El valor de la familia; los amigos. ¡Estar aquí con ustedes es grande para mi señores, dijo, entre emocionado y nostálgico.
En un LADA conducido por un primo, recorrimos Puerto Padre varias veces, fuimos a las casas de amigos, familiares, y sin perder el criollismo, sorprendió con bromas y abrazos.
Me vino a ver enseguida porque asegura sigue Un Puente desde Puerto Padre y gustaba en verdad de sus publicaciones, “habla como somos los cubanos, como vivimos, hace la crónica de la vida difícil de nuestro tiempo”, por eso la sigo, por eso lo siguen amigos y amigas de la isla residentes en todas partes del mundo.
A las UNA de la madrugada ya no podía más: “¡Apaguen la luz carajo. Déjenme dormir. No jodan más!”. Cerró sus ojos embriagado de felicidad. Durmió con ropa y sin bañarse. ¡Qué carajo, estoy feliz de estar en Cuba, déjenme disfrutarlo, repetía y repetía antes de dormirse.
Y es que Cuba se lleva muy profundo en el corazón: el barrio, la esquina del dominó, las colas, el calor, la playa, y sobre todo ¡la gente!: familiar, hospitalaria, alegre.
Nos contó de los esfuerzos para alcanzar un bienestar estable. Habló de la vida allá, acá. El valor de la familia; los amigos. ¡Estar aquí con ustedes es grande para mi señores, dijo, entre emocionado y nostálgico.
En un LADA conducido por un primo, recorrimos Puerto Padre varias veces, fuimos a las casas de amigos, familiares, y sin perder el criollismo, sorprendió con bromas y abrazos.
Me vino a ver enseguida porque asegura sigue Un Puente desde Puerto Padre y gustaba en verdad de sus publicaciones, “habla como somos los cubanos, como vivimos, hace la crónica de la vida difícil de nuestro tiempo”, por eso la sigo, por eso lo siguen amigos y amigas de la isla residentes en todas partes del mundo.
A las UNA de la madrugada ya no podía más: “¡Apaguen la luz carajo. Déjenme dormir. No jodan más!”. Cerró sus ojos embriagado de felicidad. Durmió con ropa y sin bañarse. ¡Qué carajo, estoy feliz de estar en Cuba, déjenme disfrutarlo, repetía y repetía antes de dormirse.
Y es que Cuba se lleva muy profundo en el corazón: el barrio, la esquina del dominó, las colas, el calor, la playa, y sobre todo ¡la gente!: familiar, hospitalaria, alegre.
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