Añoranzas también dentro de fronteras. Viajemos hoy a la Camilo Cienfuegos, final.

Crecí en el barrio de la tienda de Julio Bermúdez, en Puerto Padre, así conocemos la mayoría a la bodega que después se llamaría: "El Uvero".

Está en una de las orillas de nuestro pueblo, al sur, colindando con el puente y la circunvalación norte, y como calle principal la Camilo Cienfuegos, una vía que la conocí primero como un terraplén, luego fui testigo, aunque pequeño aún, de un pueblo volcado haciendo aceras, para que luego el asfalto cubriera la vía y cuanto callejuela había alrededor. Corría el año 1975.

¡Qué tiempos aquellos de progreso en la comunidad!, la espiritualidad de la gente generaba proyectos como el del "Túnel", en las fiestas de carnavales. En la propia calle Camilo Cienfuegos, entre las calles Antonio Barrera y René Guzmán, los vecinos con Silvio Escalona (EPD) al frente, adornaban aquel tramo de manera espectacular apelando al ingenio, entrega y esfuerzos de todos. ¡Había que traer las fiestas al barrio, alejado de las principales áreas!.

 Fuerte era la competencia con otras zonas, pero la gente de la Camilo se unía, los hombres abrían hoyos a ambos lados de la vía y otros venían detrás y encajaban varas de madera de 5 o 6 metros de alto; en el centro otra hilera sujeta con soportes de alambre para cuidar el asfalto, finalmente, se tejía la enredadera de adornos, manualidades salidas de las manos de las mujeres de la zona.

Se instalaba una hilera de bombillos, muchas veces comprados con dinero que se recaudaba entre los vecinos, luces que hacían días las noches y las almas.

El adorno del barrio se completaba con matas sembradas en tiestos y exposiciones  variadas de artesanía, mientras los niños se preparaban para recitar a la Comisión que evaluaría al final.

Durante más 5 años, los vecinos de "la Camilo" ganaron el PRIMER lugar entre las áreas del Carnaval y con ello, la actuación de una agrupación, o un órgano y la cantina con la cerveza fría, el baile, el compartir, el festejar una victoria común.

Tantos nombres me vienen a la mente, de la gente de la Camilo Cienfuegos, final, como el de Flora, la viejita sobadora, anciana de hablar bajo, que cerraba la puerta para realizar su práctica, no bien evaluada por esa época y que al terminar de pasarte la mano por las piernas siempre indicaba un cocimientico con 3 hojitas de salvia y una puntica de sal.

Algunos están otros no, pero era personas claves en el barrio por los años que llevaban ahí: Ramón y Ofelia, Julio y Aleida, Fausto y Edilma, Rogelio y Amparo, Kike y Mirtha, Reynaldo y Lidia, Nersy y Ariel, Jacinta y Mongo, Silvio y Angélica, Modesta y Papa, Silvia y Nené, Balduva y Eliserio, y también mis padres, Sally y Arnaldo, maestros primero y después directores de la escuelita del barrio, la Ramón López Peña, donde aprendimos y aún aprenden a leer y a escribir, a amar la Patria, la mayoría de los niños de la zona.

Hace más de 25 años que salí de allí. Ahora me paso tiempos y por las cotidianidades de la vida demoro en ir "al barrio". Pero tengo en la memoria fresca a Catuca, mi querida Inés, cazando en el radio VEF a Juan y Yunior para oírles  con Anduriña o a Sonia Silvestre interpretando: La tarde está llorando.

Hoy, a los amigos de este puente, les traigo en fotos a la calle Camilo Cienfuegos desde la esquina a las SIETE aulas, hacia abajo, pasando por la pequeña curva, testigo de cuántos pasos!.

Vean algunas de sus casas, algunas de sus gentes. Insistí a muchos para que se dejaran tomar una instantánea como a Ita, mi nana de la infancia, miembro de la familia de "los moros", pero lleva por estos días a cuestas la muerte de su madre María Antonia y desde hace muchos años la partida de su nieto a otras tierras, en el que no deja de pensar, de añorar y por el que ruedan, de vez en vez, lágrimas de las niñas de su cuerpo.

Ya casi "La camilo" no tiene asfalto, la contracción económica impide el mantenimiento, es a mi juicio una de las barriadas de Puerto Padre donde la mayoría de la gente se ha quedado detenida en el tiempo y en su espacio.